Su nombre estaba humedo, como un poco de agua que sumerge entre las piedras. Sus manos se mecían como hojas arrastradas por el viento. Y su voz era un hilo que se alzaba en la distancia buscando a un papalote. Ya no era ella. Era un montón de huesos perdidos; sin sostén de carne y piel.
Luchó en su momento con la fuerza de huracán , tendiendo su color por diferentes caminos. Hasta que un disparo atravesó su espíritu, y sus alas empinadas se sembraron en la tierra; mirando frente a frente a la realidad triunfante.
Pobre la “esperanza” que acaba de morir entre mis manos.
Luchó en su momento con la fuerza de huracán , tendiendo su color por diferentes caminos. Hasta que un disparo atravesó su espíritu, y sus alas empinadas se sembraron en la tierra; mirando frente a frente a la realidad triunfante.
Pobre la “esperanza” que acaba de morir entre mis manos.
5 comentarios:
Tus textos son muy bellos. Te agradezco, de corazón, que me invites a leerlos.
Un beso grande.
Hermoso poema, aunque doloroso. La esperanza es un de las que nos sostienen en este andar.
besos
Elisabet
¡Cuánta desolación en ese disparo a la esperanza! Mas, aunque se repite tanto el que es lo último que se pierde...que siempre cabe la posibilidad del desamparo total.
En tus letras siempre, amigo querido.
Besos,
Migdalia
Hermoso texto, mágico, que escoge el momento más adecuado para llegarme. Un abrazo, Alicia
Disparo a la esperanza, qué pena. Prosa poética que llega con sorpresa, abrazos, Julita
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