domingo, 27 de abril de 2008

Abril 28

Cuando la tarde casi se estaba despidiendo, pude hablar con ella. Creo que por primera vez pudimos hablar sin interrupciones, y frente a frente. Hablamos del amor. Ella me escuchó serena, tranquila, casi sin movimientos. Le conté de las confusiones que generamos por ese sentimiento profundo y traicionero. A veces pensamos o creemos que no sentimos un verdadero amor, cuando en realidad lo sentimos. Basta que nos faltara para entonces estar concientes de cuanto amabamos. Otras veces, lo tenemos y no lo valoramos, buscamos en otros cuerpos sensaciones diferentes a la monotonía. Y es que como humanos somos confusos e inconformes, torpes e inteligentes. Somos una mezcla de sensaciones raras; pero eso también es el amor.
Todo ese discurso le decía, y ella parecía entenderme desde su serenidad; eso me hacia feliz, parecía que estambamos en un punto común, pero cometí la torpeza de darme vuelta para alcanzar una copa con vino que tenía a mi derecha, y justo ahí, ella decidió marcharse.
El sol se escondia. La luna llegaba, y mi sombra moría.

1 comentario:

mercedes saenz dijo...

Hemos caminado una tarde de relato Pedro. Real o no. Pero después de una armoniosa poesía se vuelca un final que parece no poder recuperarse, como el vino rojo derramado.Y era al principio una linda tarde Pedro...el final se vuelve aún más fuerte. Un abrazo. Mercedes