Mayo 5

Algunas veces la necesidad de comulgar con nuestras raíces se hace presente con mucha fuerza. Y la religión forma parte de la profundidad de nuestra cultura, por eso, ayer me fuí hasta la Ermita de la Caridad del Cobre, patrona de todos los cubanos, y ante su imagen rezé un Ave Maria y pedí por un mundo mejor. Me ví de joven caminando por las lomas de Santiago de Cuba, visitando también a la Virgen en su morada de la iglesia del cobre. Y comparé cuan distinto son los pedidos a nuestra virgen, según los años se van amontonando en nuestro andar por la vida. Sin embargo, comprobé que no existe diferencia en la fé que nos lleva hasta ella, y el paisaje humano que la rodea es idéntico. Promesas a cumplir, flores en la mano, rezos en silencios, y el mísmo corazón de miles de cubano palpitando al unísono en una mísma oración.
Luego salí; y contemplé el mar que rodea a la Ermita, me dejé llevar por sus colores y por la brisa que recorría mi cuerpo. Quedé silente encontrando la distancia que separaba mi dia de las montañas del santuario de cobre, sentí que mis ojos cristalizaban el paisaje y un suspiro profundo sentenciaba la nostalgia.
Caminé un rato por la orilla del mar, y ví como siete rosas amarillas se perdian en las aguas; buscando a la otra virgen que en mi juventud me acompañaba.